domingo, 7 de junio de 2009

Carnets

Albert Camus. Fotografiado por Loomis Dean.

En Las Baleares, 1935
Lo que hace el precio de un viaje es el temor. Es que en cierto momento, tan lejos de nuestro país, de nuestra lengua, un periódico francés adquiere un precio inestimable. Y aquellas horas de la tarde, en los cafés, en que buscamos tocar con el codo a otros hombres, un miedo vago se apodera de nosotros y un deseo instintivo de recobrar el amparo de los viejos hábitos. En la más clara contribución del viaje. En ese momento somos febriles pero porosos. El menor choque nos conmueve hasta el fondo del ser. Encontrar una cascada de luz, y ahí está la eternidad. Por eso no hay que decir que se viaje por placer. Veo más bien una ascesis. Uno viaja por su cultura, si por cultura se entiende el ejercicio de nuestro sentido más íntimo, que es el de la eternidad. El placer nos aparta de nosotros mismos, como la diversión de Pascal aleja de Dios. El viaje, viaje que es como una ciencia más vasta y más grave, nos devuelve a nosotros mismos.

Traducción de Eduardo Paz Leston

Carnets
Albert Camus

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