Siguiendo el ejemplo de los cuentos de las Mil y una noches, el reo comienza a relatar fábula tras fábula a su verdugo, con el fin de entretenerle y retrasar al máximo el momento de su muerte. Pero ocurre que en mitad de la noche se le acaban de pronto las historias y ya no puede encontrar ni una sola en su cansada memoria.
Aterrado y creyendo próximo su fin, mira al verdugo, aliviado comprueba que éste se ha quedado profundamente dormido con la afilada hacha entre sus manos. Así que ahora ya más tranquilo, piensa que en realidad, él nunca fue un buen narrador de historias, y que sin duda alguna, ha dormido de aburrimiento a su verdugo. Aprovechando esta circunstancia le quita con suavidad el hacha, y en el preciso momento en que la levanta para descargarla sobre la nuca del durmiente, éste, sonámbulo, se incorpora, comenzando a relatar de modo tan magistral los maravillosos sueños por los que en esos instantes viaja, que al punto queda el reo totalmente embelesado.
Aterrado y creyendo próximo su fin, mira al verdugo, aliviado comprueba que éste se ha quedado profundamente dormido con la afilada hacha entre sus manos. Así que ahora ya más tranquilo, piensa que en realidad, él nunca fue un buen narrador de historias, y que sin duda alguna, ha dormido de aburrimiento a su verdugo. Aprovechando esta circunstancia le quita con suavidad el hacha, y en el preciso momento en que la levanta para descargarla sobre la nuca del durmiente, éste, sonámbulo, se incorpora, comenzando a relatar de modo tan magistral los maravillosos sueños por los que en esos instantes viaja, que al punto queda el reo totalmente embelesado.
Un león en la cocina
Julia Otxoa
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