En Londres, en 1909, se reunió un grave simposium de gramáticos, historiadores, y etimologistas para decidir por qué el café se llama así. Lo decidió sir James Murray, autor del New-English Dictionary, erudito grave de una autoridad incuestionable. Todos aquellos caballeros enlevitados -ingleses, norteamericanos, franceses, incluso finos y sutiles eruditos de la India- discutieron incansablemente. Era muy difícil aceptar la teoría del famoso lexicógrafo Murray, que opinaba que la palabra "café" era africana y derivaba de "Kaffa", ciudad de Abisinia, de donde se supone que procede el cafeto. A pesar de su sabiduría, templada en las más duras discusiones filológicas, Murray se dejaba llevar por la tentación pintoresca y geográfica, exótica, de la palabra. James Platt Jr., otro de los asistentes a estas sesiones de filología, opinaba en contra y decía que la forma turca había sido fundamental a través de las penetraciones del café, por vía de El Cairo, por vía centroeuropea y por vía marítima.
En las graves y largas discusiones, el maestro indio Virendranath Chatordhayáya sostuvo una teoría distinta. Según él, procedía de la palabra árabe "cahoueh" o "gaweh", que significa "fuerza" o "vigor", y, en la forma "cahuha", energía. Sacó a colación con este motivo una de tantas y tantas consejas sobre el origen de la famosa infusión, aquella que afirma que el mufti de Aden, hombre licencioso y senil, debilitado por exceso de filtros amorosos y de drogas engañosamente restauradoras, bebió un agua reparadora que había sido preparada con semillas procedentes de Abisinia, traídas por el mufti Gemaleddi de un viaje parecido a los de Simbad o Marco Polo. Como en todas las leyendas, el mufti se sintió recuperado inmediatamente, por lo que dio al café el nombre de "caohuah", fuerza. Sin embargo, Virendranath Chatordhayáya no nos dio ninguna idea de cómo se llamaba originariamente el café en Abisinia y en Etiopía. Teorías filológicas, más o menos recreativas, se pueden leer en Notes and Queries, que es el conjunto académico de aquellas comunicaciones y ponencias.
Añadamos que lo que quedó bien establecido fue la llegada de la palabra -la palabra llegó, antes que el café, en los libros sabios, en las relaciones de viajeros, o en los mamotretos medicinales- a Europa.
Añadamos que lo que quedó bien establecido fue la llegada de la palabra -la palabra llegó, antes que el café, en los libros sabios, en las relaciones de viajeros, o en los mamotretos medicinales- a Europa.
El libro del café
Néstor Luján
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