El sendero penetraba en la región de los paisajes fantásticos, precursores de las altas gargantas. En el profundo silencio de aquel desierto se escuchaba el murmullo cristalino del agua pura y fría de los arroyos. A veces, en la orilla de un lago, algún pájaro de aúreo copete contemplaba muy serio el paso de nuestra caravana. Subíamos continuamente bordeando heleros gigantescos, entreviendo aquí y allá valles misteriosos ocultos entre las nubes, y de repente, al salir de la niebla, sin transición, surgió la meseta tibetana, inmensa, desnuda, radiante, bajo el sol centelleante del Asia central
Más tarde recorrí la región comprendida en la otra vertiente de los montes lejanos que aquel día limitaban el horizonte. He visto Lasa, Jigatzé, el desierto de hierba con sus lagos inmensos como el mar; Kham, país de los caballeros salteadores y de los magos; los bosques inexplorados de Po y los valles formidables de Tsarong, donde florece el granado; pero nada ha conseguido aminorar el recuerdo de aquella primera visión del Tibet.
Más tarde recorrí la región comprendida en la otra vertiente de los montes lejanos que aquel día limitaban el horizonte. He visto Lasa, Jigatzé, el desierto de hierba con sus lagos inmensos como el mar; Kham, país de los caballeros salteadores y de los magos; los bosques inexplorados de Po y los valles formidables de Tsarong, donde florece el granado; pero nada ha conseguido aminorar el recuerdo de aquella primera visión del Tibet.
Místicos y Magos del Tibet
Alexandra David-Néel
1 comentario:
Bueno, realmante bueno, Higinio.
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