La primera impresión es siempre única. El primer amor, la primera aurora, el primer contacto con una isla de los mares del Sur son recuerdos aparte en nuestra vida y despiertan una especie de virginidad de los sentidos.
Para un muchacho de doce años, atravesar el canal de la Mancha equivale a cambiar de mundo; para un hombre de veinticuatro, atravesar el Atlántico apenas representa modificar su alimentación. Sin embargo, me encontraba muy lejos todavía de la sombra que proyecta todavía el Imperio Romano, cuyos edificios ruinosos dominaron nuestras cunas, cuyas leyes y letras aún persisten, nos obligan y refrenan.
Ahora iba a ver qué clase de hombres eran aquellos cuyos antepasados no habían leído nunca a Virgilio, no habían sido conquistados por César ni gobernados por la sabiduría de Cayo o de Papiniano. Además , había franqueado los límites de aquella zona confortable de las lenguas hermanas, donde es tan fácil poner remedio a la confusión de Babel.
Ahora iba a ver qué clase de hombres eran aquellos cuyos antepasados no habían leído nunca a Virgilio, no habían sido conquistados por César ni gobernados por la sabiduría de Cayo o de Papiniano. Además , había franqueado los límites de aquella zona confortable de las lenguas hermanas, donde es tan fácil poner remedio a la confusión de Babel.
En los mares del Sur
Robert Louis Stevenson
2 comentarios:
Otro mundo, cierto. Me impresionaba cada día ver el doble horizonte en el mar, el horizonte azul rozando el cielo, el horizonte blanco que formaban las olas rompiéndose sobre la barrera coralina. Me impresiono todavía, al recordarlo.
José Juan Tablada nos dice en su poema "Nocturno alterno" que:
Y sin embargo
es una
misma
en Nueva York
y Bogotá:
¡la luna!
Yo creo que no.Hay muchas lunas y una de las más bellas debe ser la contemplada desde una isla de los mares del Sur.Y como bien dices, amiga Mariàngela, es "otro mundo".
Un fuerte abrazo, amiga Mariàngela.
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