Mi marido come con buen apetito pero parece cansado, nervioso. Mastica despacio, con los brazos sobre la mesa, y mira fijamente hacia algo situado en el otro extremo de la cocina. Me mira, y vuelve a mirar hacia otra parte, y se limpia la boca con la servilleta. Se encoge de hombros, y sigue comiendo. Algo se ha instalado entre nosotros, aunque a él le gustaría creer que no es así.
-¿Por qué me miras? -pregunta-. ¿Qué pasa? -dice, y deja el tenedor.
-¿Estaba mirando? -digo, y sacudo la cabeza estúpidamente, estúpidamente.
Suena el teléfono.
-No lo cojas -dice.
-Puede que sea tu madre -digo-. Dean..., puede ser algo sobre Dean.
-Pues cógelo a ver quién es -dice.
Levanto el auricular y escucho durante unos segundos. Él deja de comer. Me muerdo el labio y cuelgo.
"Tanta agua tan cerca de casa"
Raymond Carver
4 comentarios:
De este texto de Carver me fascina el preciso uso de los gestos para situar a ambos personajes a años luz uno del otro.
Un saludo, colegas.
Tu comentario es certero como un dardo en el pecho. Y Hopper le va de maravilla a Carver.
¿Has vuelto del otro lado del espejo?
¿Hay novedades creativas?
Nos espera una barbacoa desde hace un par de veranos. ¿Quién se encarga de las sardinas?
De este verano no pasa.
A la espera estoy.
Estoy metido en harina. Pero soy lento como un caracol cansado. Desde luego, Ar Lor, no sé si nos dará una vida para llevar a cabo todos los planes que Higinio, Ulises, tú y yo hemos ido aplazando. Pero me conformaría con que quedáramos para cenar y nos recitaras, copa en mano, algunas palabras de nuestro amado Omar.
¡Cómo me engatusas! ¡Bribón!
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