Indagación sobre el murciélago (fragmento)
Los murciélagos no saben una palabra de su prestigio literario.
Cegatón, odia al sol. Y la melancolía es el rasgo que define su espíritu.
Arracimado habita las cavernas (rumor rasante de su vuelo en tinieblas) y hace mucho conoce los deleites e infiernos de ser un rostro anónimo en la masa.
Es probable que sufra de aquel mal llamado por los teólogos acidia
-tanto ocio engendra hasta el nihilismo- y no parece ilógico que gaste sus mañanas meditando en la profunda vacuidad del mundo,
espumando su cólera, su rabia ante lo que hemos hecho de su especie.
-tanto ocio engendra hasta el nihilismo- y no parece ilógico que gaste sus mañanas meditando en la profunda vacuidad del mundo,
espumando su cólera, su rabia ante lo que hemos hecho de su especie.
Ermitaño perpetuo, vive y muere de pie y hace de cada cueva su tebaida.
Así, lo confinamos en el mal porque comparte la fealdad viscosa; el egoísmo y vampirismo humanos. Recuerda nuestro origen cavernario y tiene una espantosa sed de sangre.
No quiere ver la luz: sabe que un día
hará arder en cenizas la caverna.
hará arder en cenizas la caverna.
No me preguntes cómo pasa el tiempo (1969)
José Emilio Pacheco
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