El posadero me contrató para limpiar los vasos: aprendí de mi patrón la cocina del deseo. Era muy dulce para mí saber que la mujer despreciada por Juan caía sin transición al último puesto de las criaturas: cada golpe, cada beso me modelaban un rostro, unos pechos, un cuerpo diferente del que mi amigo no había acariciado. Un camellero beduíno consintió en llevarme a Jaffa mediante el pago en abrazos; un marino marsellés me tomó a bordo de su barco: yo iba acostada en la popa y me contagiaba del cálido temblor del mar lleno de espuma. En un bar del Pireo, un filósofo griego me enseñó la sabiduría como si fuera un desenfreno más. En Esmirna, las larguezas de un banquero me enseñaron la dulzura que el chancro de la ostra y las pieles de los animales feroces añaden a la piel de una mujer desnuda, de suerte que fui envidiada, además de deseada. En Jerusalén, un fariseo me enseño a hacer uso de la hipocresía como si fuera un colorete inalterable...
Traducción de Emma Calatayud
Fuegos
Marguerite Yourcenar
2 comentarios:
En la de Tiziano veo pudor, en la de Similikova veo oferta.
¿Pudor u oferta?
Salud
Francesc Cornadó
Sin duda así es. No debemos olvidar que ambas obras son encargos. La "Magdalena penitente" de Ticiano para la pinacoteca del duque de Urbino y el ex libris de R. Similikova para la biblioteca del Dr. W. Pungs.
La verdadera Magdalena es la de Ticiano. Pero yo me quedo con la biblioteca del Dr. W. Pungs.
Un fuerte abrazo, amigo Francesc Cornadó.
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