Diré más, tengo quince años y medio.
El paso de un transbordador por el Mekong. La imagen persiste durante toda la travesía del río.
Tengo quince años y medio, en ese país las estaciones no existen, vivimos en una estación única, cálida, monótona, nos hallamos en la larga zona cálida de la tierra, no hay primavera, no hay renovación.
El paso de un transbordador por el Mekong. La imagen persiste durante toda la travesía del río.
Tengo quince años y medio, en ese país las estaciones no existen, vivimos en una estación única, cálida, monótona, nos hallamos en la larga zona cálida de la tierra, no hay primavera, no hay renovación.
Quince años y medio. La travesía del río. Al llegar a Saigón, viajo, sobre todo cuando cojo el autocar. Y esa mañana cogí el autocar en Sadec donde mi madre dirige la escuela femenina. Es el final de las vacaciones escolares, ya no sé cuáles. Fui a pasarlas a la casita de funcionaria de mi madre. Y ese día regreso a Saigón, al pensionado. El autocar de los indígenas salió de la plaza del mercado de Sadec. Como de costumbre mi madre me acompañó y me confió al conductor, siempre me confía a los conductores de los autocares de Saigón, por si acaso hay un accidente, un incendio, una violación, un asalto pirata, una avería mortal del transbordador. Como de costumbre el conductor me colocó cerca de él, delante, en el lugar reservado a los viajeros blancos.
Traducción de Ana Mª Moix
El amante
Marguerite Duras
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