Mi investigación es sólo histórica. Los límites que me inpone mi capacidad mental son bastante estrechos; el territorio, en cambio, que habré de atravesar es casi infinito.
¿De quiénes debía protegernos la gran muralla? De los pueblos del Norte. Soy de la China sudoriental. Ningún pueblo del Norte puede amenazarnos aquí. Leemos acerca de ellos en los libros de los antiguos; y bajo nuestras plácidas glorietas los horrores que cometen nos hacen gemir. En los cuadros de los artistas, fieles a la realidad, vemos estos rostros de maldición, desmesuradamente abiertas las fauces, los dientes prontos a desgarrar y a triturar; los ojos ya bizqueando hacia el botín. Si los niños se portan mal, les mostramos estas figuras; llorosos se nos arrojan al cuello. Pero eso es todo cuanto sabemos de los nórdicos. Nunca los hemos visto y si permanecemos en nuestra aldea no los veremos jamás, por más que fustiguen sus salvajes caballos y corran a nuestro encuentro... El país es demasiado extenso y no los dejaría llegar... Por más que corran se perderán en el aire.
Traducción de Alfredo Pippig
La muralla china
Franz Kafka
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