A decir verdad, no sabemos lo que incita al hombre a recorrer el mundo. ¿Curiosidad? ¿Anhelo irrefrenable de aventura? ¿Necesidad de ir de asombro en asombro? Tal vez: la persona que deja de asombrarse está vacía por dentro; tiene el corazón quemado. En aquellos que lo consideran todo déjà vu y creen que no hay nada que pueda asombrarlos ha muerto lo más hermoso: la plenitud de la vida. Heródoto se sitúa en el polo opuesto. Con su contínuo ir y venir, es un nómada infatigable, ocupado en mil cosas, rebosante de planes, ideas, hipótesis... Siempre de viaje. Incluso cuando está en casa (pero ¿dónde está su casa?), es porque acaba de volver de un viaje o está preparando el siguiente, el cual ha de ser entendido como un esfuerzo e indagación, como un intento de conocerlo todo: la vida, el mundo, a sí mismo.
Traducción del polaco de Agata Orzeszek
Viajes con Heródoto
Ryszard Kapuscinski
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