El cielo de verano estaba azul, con una nube blanca y la flecha de una golondrina. A lo lejos oyó música de trompetas en un desfile mezclada con los chirridos del tranvía. Gil ordenó sobre la mesa las cuartillas que había escrito. Las puso en pila y fue igualando los bordes con la mano. A pesar de todo, al hombre le quedan medios de lograr la calma. Se fija una tarea y mientras la realiza comprende que es una tarea insignificante perdida en la multitud de preocupaciones y esfuerzos humanos. Pero cuando su pluma queda parada en el aire esperando resolver un problema de interpretación o de sintaxis, todos los que alguna vez se han servido del pensamiento y del lenguaje a través de los siglos, se hallan junto a este hombre, el cual nota inconscientemente esa estimulante presencia. Y esta fusión con ella le proporciona la calma. ¿Quién podría ser tan arrogante como para saber cuáles son los actos que se unen y sostienen mutuamente y cuáles los que caerán en ridículo y en el olvido fuera de lo que merece llamarse un patrimonio? En vez de insistir en esto, más vale que nos impongamos la única norma importante: mantenernos libres de tristeza y de indiferencia.
Traducción de Rafael Vázquez Zamora
El poder cambia de manos
Czeslaw Milosz
No hay comentarios:
Publicar un comentario