Partí para Taos, en Nuevo México. Llevaba conmigo las hojas en blanco para recomenzar este libro: nadador que se arroja al agua sin saber si alcanzará la otra orilla. Muy tarde en la noche, trabajaba en él entre Nueva York y Chicago, encerrada en mi camarote como en un hipogeo. Después, durante todo el día siguiente, continué en el restaurante de una estación de Chicago, donde esperaba un tren detenido por una tormenta de nieve. Enseguida, de nuevo hasta el alba, sola en el microturístico del expreso de Santa Fe, rodeada por las oscuras cimas de las montañas del Colorado y por el eterno transcurso de los astros. Escribí sin interrupción los pasajes sobre la infancia, el amor, el ensueño y el conocimiento del hombre. No recuerdo días más ardientes ni noches más lúcidas que esos.
Traducción de Marcelo Zapata
Cuadernos de notas a las "Memorias de Adriano"
Marguerite Yourcenar
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