El viaje romántico es siempre búsqueda del Yo. El héroe romántico es, en el sueño o en la realidad, un obsesionado nómada. Necesita recorrer amplios espacios -los más amplios a ser posible- para liberar a su espíritu del asfisiante aire de la limitación. Necesita templar en el riesgo el hierro de su voluntad. Necesita calmar en geografías inhóspitas la herida que le produce el talante cobarde y acomodaticio de un tiempo y una sociedad marcados por la antiépica burguesa. El romántico viaja hacia fuera para viajar hacia dentro y, al final de la larga travesía, encontrarse a sí mismo. Por eso el Mediterráneo, Oriente, América, los Mares del Sur, lo mismo que los itinerarios cósmico-oníricos por el cielo y por el infierno o los trayectos "opiáceos", no son otra cosa que los distintos sueños de una noria que sólo se pone en movimiento para procurar alimento a una subjetividad excepcionalmente hambrienta e insatisfecha. De esta manera, el viaje romántico es, al mismo tiempo, y según dos impulsos sólo aparentemente antagónicos "viaje a la conquista de sí mismo" y "fuga sin fin".
La atracción del abismo (1983)
Rafael Argullol
4 comentarios:
Inspiradora cita.
Viajar hacia afuera como estímulo para "viajar" hacia dentro... para buscarse, remodelarse, transformarse o,incluso,alguna rara vez,confirmarse; después de la perspectiva tomada desde lo vivido ¿No debería ser ese el objetivo de todo recorrido?
Inspiradora y certera cita. Argullol nos dice que el romántico es "un obsesionado nómada", viaja buscándose,viaja sin rumbo fijo, al azar de un impulso que lo supera.
Un fuerte abrazo, amigo Lluís.
El objetivo que mencionas es el ideal. Dificilísimo de conseguir andando o estando quieto. Conocernos a nosotros mismos es una tarea hercúlea, pero, afortunadamente, no imposible.
Un fuerte abrazo, amiga Aurantia.
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