John Steinbeck, fotografiado por Peter Stackpole.
Cuando yo era muy joven y tenía dentro
esa ansia de estar en otro sitio, las personas mayores me aseguraban
que al hacerme mayor se me curaría este prurito. Cuando los años me
calificaron de mayor, el remedio prescrito fue la edad madura. En la
edad madura se me aseguró que con unos años más se aliviaría mi fiebre y
ahora que tengo cincuenta y ocho tal vez la senilidad realice la tarea.
No ha habido ningún remedio eficaz. Cuatro ásperos pitidos de la sirena
de un barco aún me erizan el pelo de la nuca y ponen mis pies en
movimiento. El sonido de un reactor, un motor calentándose, hasta el
toc-toc de unos cascos errados en el pavimento producen el viejo
estremecimiento, la boca seca y la mirada perdida, las palmas ardientes y
una agitación del estómago bajo la caja torácica. En otras palabras, no
mejoro; en otras palabras más, el que ha sido vagabundo alguna vez, lo
será siempre. Me temo que se trata de una cosa incurable. Expongo esto
no para instruir a otros sino para informarme yo mismo.
Traducción de José Manuel Álvarez Flórez
Viajes con Charley
John Steinbeck
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