Thomas Bernhard. El imitador de voces.
En nuestra última excursión al valle del Möll, en el que, en cualquier época del año, lo hemos pasado siempre bien, conversamos en un hostal de Overbellach, que nos había recomendado un médico de Linz y que no nos decepcionó, con un grupo de picapedreros que, después de la jornada, se habían reunido en el hostal y tocaban la cítara y cantaban, haciéndonos comprobar así, una vez más, los inagotables tesoros de la música popular de Carintia. A una hora avanzada, el grupo de picapedreros se sentó a nuestra mesa, y cada uno de ellos contó algo notable o algo memorable de su vida. Nos llamó especialmente la atención el picapedrero que contó que, a los siete años, para ganar una apuesta con un compañero de escuela, trepó a la aguja de la iglesia de Tamsweg, muy alta como es sabido. Por poco me maté, dijo el picapedrero, subrayando luego expresamente que, con ello, por poco había salido en el periódico.
Traducción de Miguel Sáenz
El imitador de voces
Thomas Bernhard
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