martes, 25 de septiembre de 2012

Mientras escribo

Stephen King, fotografiado por Michael Femia en el año 2007.

Las clases o seminarios de escritura son tan poco "necesarios" como este libro o cualquier otro sobre el oficio de escribir. Faulkner lo aprendió trabajando en la oficina de correos de Oxford, Mississippi. Hay otros escritores que han asimilado lo básico estando en el ejército, trabajando en una fundición o haciendo vacaciones en una cárcel cuatro estrellas. Yo aprendí la parte más valiosa (y comercial) de lo que sería mi oficio lavando sábanas de motel y manteles de restaurante en la lavandería New Franklin de Bangor. La mejor manera de aprender es leyendo y escribiendo mucho, y las clases más valiosas son las que se da uno mismo. Son clases que casi siempre se imparten con la puerta del estudio cerrada. Los debates de los seminarios pueden revestir gran interés intelectual, y no despreciemos su aspecto divertido, pero también es verdad que suelen irse por los cerros de Úbeda, muy lejos de la simple mecánica de la escritura.
A pesar de todo lo dicho, preveo la posibilidad de que acabes en una versión de la colonia silvestre de escritores de Oriente, Oriente: Una cabaña para ti solo, rodeada de pinos, con ordenador, disquetes nuevos (¿hay algo que despierte un entusiasmo más sutil en la imaginación que una caja de disquetes vírgenes o un paquete de folios en blanco?), el camastro en la habitación de al lado, para la siesta, y la camarera que se acerca a la puerta de puntillas, te deja la comida y vuelve a marcharse de puntillas. Supongo que no estaría mal. Si te dan la oportunidad de participar en algo así, te aconsejo que aceptes. Puede que no aprendas los Secretos Mágicos de la Escritura (porque no hay; que mal, ¿no?), pero seguro que difrutas como un cosaco, y yo siempre estoy a favor de disfrutar como un cosaco.

Traducción de Jofre Homedes Beutnagel

Mientras escribo (2000)
Stephen King

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