Augustus Egg, Compañeros de viaje, 1862.
En los trenes, para salvarse, para
detener la perversa rotación de aquel mundo que los golpeaba desde el
otro lado de los cristales, y para esquivar el miedo, y para no dejarse
tragar por el vértigo de la velocidad que sin duda tenía que golpearles
continuamente en el cerebro por lo menos bajo la forma de aquel mundo
que se deslizaba al otro lado del cristal en formas antes nunca vistas,
maravillosas, claro, pero imposibles porque el serles concedidas sólo
durante un momento instantáneamente ponía en marcha de nuevo el miedo y,
por consiguiente, aquella ansiedad densa e informe que, cristalizada
en pensamiento, se revelaba a todos los efectos nada menos que como el
sordo pensamiento de la muerte -en los trenes, para salvarse, cogieron
la costumbre de entregarse a un gesto meticuloso, una práctica
aconsejada incluso por los propios médicos y por insignes estudiosos,
una minúscula estrategia de defensa, obvia pero genial, un pequeño gesto
exacto, y espléndido.
En los trenes, para salvarse, se leía.
En los trenes, para salvarse, se leía.
Traducción de Carlos Gumpert y Xavier González Rovira.
Tierras de cristal
Alessandro Baricco
2 comentarios:
Buen texto, frases largas muy bien encadenadas.
No me suele entusiarmar Alessandro Baricco pero en este texto nos muestra su maestría.
Salud
Francesc Cornadó
Coincido con tu comentario. Sin embargo, en sus libros siempre encontramos párrafos deslumbrantes. Dignos de subrayar.
Un fuerte abrazo, amigo Francesc Cornadó.
Publicar un comentario