Frank Hackeschmidt. Cordillera del Himalaya, región del Tíbet (2003).
Desde que estuve en tercero o cuarto,
mi imaginación se vio catapultada por las montañas del Himalaya, esa
sublime cordillera del corazón de Asia. "Allí -leí una vez en la
enciclopedia-, allí, entre ellas, descuella la montaña más alta de la
tierra, cuya cumbre no ha sido todavía hollada por el hombre". Y también
allí, por entre aquellas remotas montañas, yerra esa misteriosa
criatura, el Abominable Hombre de las Nieves, saqueando barrancos y
quebradas desamparados y desiertos. La precisión de las palabras me
llenó de temor y encanto: cordilleras, errar, barrancos, remotas,
sublimes, inmaculadas, eternas nieves y lejanos picachos.
Y, sobre todas ellas, aquella palabra maravillosa: Himalaya. En las frías noches del invierno, acurrucado bajo el calor de mi manta, la repetía una y otra y otra vez, con la más profunda, la más reverberante voz que era capaz de extraer del fondo de mis pulmones. Hi-ma-la-ya.
Y, sobre todas ellas, aquella palabra maravillosa: Himalaya. En las frías noches del invierno, acurrucado bajo el calor de mi manta, la repetía una y otra y otra vez, con la más profunda, la más reverberante voz que era capaz de extraer del fondo de mis pulmones. Hi-ma-la-ya.
Traducción de Miguel Martínez-Lage
Sumchi
Amos Oz
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