Norman Rockwell. El pinchazo.
Cuando el virus del desasosiego
empieza a tomar posesión de un hombre rebelde, y el camino que lleva
lejos de Aquí parece ancho y recto y agradable, la víctima debe hallar
en primer lugar en sí misma una razón buena y suficiente para irse. Esto
al vagabundo efectivo no le es difícil. Tiene incorporado un huerto de
razones donde elegir. Luego debe planear su viaje en el tiempo y en el
espacio, elegir una dirección y un destino. Y debe por último realizar
el viaje. Cómo ir, qué llevar, cuánto tiempo estar. Esta parte del
proceso es invariable e inmortal. La explico sólo para que los recién
llegados al vagabundeo no crean, como adolescentes con un pecado recién
urdido, que lo inventaron ellos.
Después de trazar el plan, disponer el equipo e iniciar un viaje, interviene y se hace cargo un nuevo factor. Cada viaje, safari, o exploración, es una entidad, es diferente de todos los demás viajes. Tiene personalidad, temperamento, individualidad, carácter único. Un viaje es una persona en sí; no hay dos iguales. Y los planes, las salvaguardas, el control y la coerción son todos infructuosos. Descubrimos tras años de lucha que no hacemos un viaje: es el viaje el que nos hace a nosotros. Guías, programas, reservas, cosas obligadas e inevitables, naufragan y se hunden ante la personalidad del viaje. Sólo cuando admite esto puede el vagabundo de pura cepa relajarse y asumirlo. Sólo entonces se disipan las frustraciones. En esto un viaje es como el matrimonio. La forma segura de equivocarse es pensar que lo controlas. Me siento mejor ahora, después de haber dicho esto, aunque sólo los que lo han experimentado lo entenderán.
Después de trazar el plan, disponer el equipo e iniciar un viaje, interviene y se hace cargo un nuevo factor. Cada viaje, safari, o exploración, es una entidad, es diferente de todos los demás viajes. Tiene personalidad, temperamento, individualidad, carácter único. Un viaje es una persona en sí; no hay dos iguales. Y los planes, las salvaguardas, el control y la coerción son todos infructuosos. Descubrimos tras años de lucha que no hacemos un viaje: es el viaje el que nos hace a nosotros. Guías, programas, reservas, cosas obligadas e inevitables, naufragan y se hunden ante la personalidad del viaje. Sólo cuando admite esto puede el vagabundo de pura cepa relajarse y asumirlo. Sólo entonces se disipan las frustraciones. En esto un viaje es como el matrimonio. La forma segura de equivocarse es pensar que lo controlas. Me siento mejor ahora, después de haber dicho esto, aunque sólo los que lo han experimentado lo entenderán.
Traducción de José Manuel Álvarez Florez
Viajes con Charley
John Steinbeck
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