Gabriel Celaya, fotografiado por Alberto Schommer.
Todo vale la pena.
Espero ansiosamente telegramas que digan
por ejemplo: «Llegué bien. Abrazos».
Pago cualquier precio por un coñac decente;
pierdo noches enteras con cualquier muchacha.
Todo vale la pena.
Todo me arrebata y esto es lo terrible;
todo me apasiona y es sin embargo tonto,
todo debería parecerme nada,
mas las naderías son mi vida, mi todo.
Todo vale la pena.
Llevo el capital social de mi negocio
como un piel-roja lleva su pluma arrogante.
Es una miseria; no significa nada;
mas mi sangre suena: vivo, soy dichoso.
Tranquilamente hablando (1947)
Gabriel Celaya
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