Ernesto Sabato. El escritor y sus fantasmas.
DEL COSMOS AL HOMBRE
La preocupación del ser humano ha estado siempre sometida a un ritmo: del Universo al Yo, del Yo al Universo. Es curioso que siempre haya empezado por interrogar el vasto universo: mucho antes que Sócrates se preguntara sobre el bien y el mal, sobre el destino de nuestra vida y sobre la realidad de la muerte, los filósofos niños de Jonia habían buscado el secreto del Cosmos, la misión del agua y el fuego, el enigma de los astros.
Hoy, como cada vez que el ciclo platónico retorna al punto catastrófico, el hombre dirige su atención a su propio mundo interior. Y el gran tema de la literatura no es ya la aventura del hombre lanzado a la conquista del mundo externo sino la aventura del hombre que explora los abismos y cuevas de su propia alma.
UNA DE LAS PARADOJAS DE LA FICCIÓN
Es característico de una buena novela que nos arrastre a su mundo, que nos sumerjamos en él, que nos aislemos hasta el punto de olvidar la realidad. ¡Y sin embargo es una revelación sobre esa misma realidad que nos rodea!
El AIRE DE FAMILIA
RECONOCERÍAMOS un cuadro de Gauguin o una novela de Proust aunque no estuvieran firmados, del mismo modo (y por parecidos motivos) que un conocedor sabe si realmente un vino es de Burdeos: su tono, su sabor es rigurosa consecuencia de la tierra en que se produjo, de la singular y única mezcla de sales y atributos físicos que lo peculiarizan. Y los personajes de un novelista profundo son singularmente suyos, tienen ese aire de familia a causa de que se forman, nacen y viven en esa tierra espiritual de su creador: tierra caracterizada por determinadas ideas, obsesiones y vivencias. Que son de él y únicamente de él.
El escritor y sus fantasmas (1963)
Ernesto Sabato
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