Jaime Bames. Metafísica.
Capítulo XVIII
Consideraciones sobre los admirables efectos de la palabra y de la escritura
216. La escritura es la ampliación de la palabra; es la palabra misma, triunfando del espacio y del tiempo. Con la escritura no hay distancias. Un hombre retirado en un ángulo del Mundo concibe una idea, y hace un signo en una hoja deleznable; el hombre muere desconocido; el viento esparce sus cenizas antes de que se haya descubierto su ignorada tumba. Y, sin embargo, la idea vuela por toda la redondez del Globo, y se conserva intacta a través de las corrientes de los siglos, entre las revoluciones de los Imperios, entre las catástrofes en que se hunden los palacios de los monarcas, en que perecen las familias más ilustres, en que pueblos enteros son borrados de la faz de la Tierra, en que pasan sin dejar memoria de sí tantas cosas que se apellidan grandes. Y el pensamiento del mortal desconocido se conserva aún; el signo se perpetúa; los pedazos de la débil hoja se salvan y en ella está el misterioso signo donde la mano del obscuro mortal envolvió su idea y la transmitió al Mundo entero en todas sus generaciones. Tal vez el desgraciado perecía como Camoëns en la mayor miseria; su voz moribunda se exhalaba sin un testigo que le consolase; tal vez trazaba aquellos signos a la escasa luz de un calabozo; ¡qué importa! desde un cuerpo tan débil su espíritu domina la Tierra; la voz que no quieren oir sus enfermeros o carceleros, la oirá la humanidad en los siglos futuros. Esto hace la escritura. ¡Cuán débiles somos! ¡y cuán grandes en medio de nuestra debilidad!
Metafísica (1847)
Jaime Balmes
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