Piranesi. Los templos de Paestum.
XVIII
Paestum
Grecia está presente en Italia por los templos de Paestum. La carretera pasa delante de ellos, se los ve inclusive desde el tren y sin embargo, parecen sepultados en una soledad más inmensa que la de Ostia y Pompeya. Nos prueban que la belleza siempre guarda sus distancias.
Soy hermosa ¡oh mortales! como un sueño de piedra.
En Paestum se realizó uno de los "sueños de piedra" más hermosos de la humanidad.
Las rosas que todavía florecen cerca de los templos, perfuman el nombre de esta ciudad como antaño. Parecen recordarnos los consejos que mucho antes de Ronsard, Propercio daba a su amante: "Aprovecha tus hermosos años. He visto a la rosa de Paestum marchitarse en una mañana".
La mayoría de los viajeros sólo hace un alto para visitar las ruinas. No saben cuánto pierden al no quedarse más. Es necesario pasar algunas noches en el encantador hotelito vecino, que se esconde bajo la hiedra. Si se ha tomado la precaución de llegar con luna llena, se experimenta, en verdad, la sensación de ser huésped de los dioses. El ruido lejano del mar, el grito repentino de un pavo real en una granja, hacen más profundo el silencio. El perfume de rosas y mirtos anuncia a Venus. Las luciérnagas brillan, cual ojos de genios nocturnos. Las columnatas, elegantes y poderosas, se dibujan suavemente iluminadas, contra la masa negra de las montañas.
Las cornejas saludan, con sus graznidos, la salida del sol. Nubes alojadas en los triglifos y frontones del templo de Neptuno. Si uno camina por el camino enlosado que atraviesa las ruinas o por la carretera arenosa que conduce al mar, hay muchas probabilidades de no encontrar a nadie. La soledad del día iguala al silencio de la noche.
¿Podría creerse que la extensa playa que se extiende hasta perderse de vista, fue una de las más ensangrentadas de la última guerra? Los aliados la utilizaron como lugar de desembarco: las fuerzas del Eje, atrincheradas en las montañas, la cañonearon tenazmente. El que los templos no hayan sufrido, prueba suficientemente que los dioses antiguos, también hacen milagros todavía.
Del Vesubio al Etna (1952)
Roger Peyrefitte
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