miércoles, 7 de julio de 2021

Pasajera a Teherán

Ricardo Renedo. Maletas.

Rumbo a Egipto

¡Cuán sutil es la relación entre el viajero y su equipaje! El primero está al tanto, como nadie más puede estarlo, de las peculiaridades del segundo, de su contenido; puede sentir por él ternura o un desprecio absoluto, pero, para bien o para mal, está atado a él; perderlo supone desesperarse y para recuperarlo está dispuesto a renunciar a billetes de ferrocarril y a literas de barco; lo acompaña todavía cuando ya se ha encerrado en la deslucida habitación de un hotel extraño. Hay maletas amistosas, que contienen los artículos más necesarios y que se abren y se cierran una docena de veces al día; hay maletas difíciles de cerrar y que, por consiguiente, el viajero sabe que no debe abrir jamás, por mucho que necesite un objeto enterrado en sus profundidades; deshacer todas las maletas por completo es impensable, tanto como tratar de meter al genio en la botella de la que salió. Tenemos también el cajón de sastre, un bolsón con mantas de viaje y abrigos que siempre van acompañados de algún objeto engorroso que el viajero preferiría no haber llevado consigo; en realidad antes de salir ya sabía que se arrepentiría, pero de todos modos decidió cargar con él. Qué prestigio adquieren, por otro lado, aquellas posesiones que han resultado elegidas para acompañarlo; sabe que ha dejado atrás un cuarto desordenado, con cajones abiertos y armarios desvalijados, con pedazos de papel de seda  y de cordel desperdigados por el suelo; un cuarto abandonado que otra persona deberá recoger mientras el viajero, pagado de sí mismo, está ya en su compartimento, tras haber escapado ileso; y con él van, bien guardados en el oscuro batiburrillo rectangular de piel de cerdo, de fibra o de cocodrilo, los pacientes y fieles objetos imprescindibles que volverán a ver la luz del día en entornos mutados hasta lo desconcertante, pero que para él surgirán siempre vinculados a su propio tocador, a su propio lavamanos y a toda la familiaridad próxima del hogar. Han compartido la vida cotidiana de su amo y compartirán también su escapada; cuando el viajero y objetos regresen a casa, se mirarán con ojos de complicidad.

Traducción de Carlos Mayor

Pasajera a Teherán (1926)
Vita Sackville-West

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