Ricardo Renedo. Llaves.
La biblioteca
AVARO, como de caricias,
guardo, bajo doble llave,
las palabras antiguas
noblemente estampadas
—Plantin, Manucio, Ibarra—
que guardan pergaminos,
tal la concha de nácar
atesora la perla.
No perderé la llave
del tiempo, so la lámpara,
de intimidades tibias
mientras, una por una,
las páginas me hablan.
Casa de campo
ÉSTA es
—¡cómo resuena el martillo en la fragua!—
la llave, la gran llave de la casa de campo,
la ventana en el bosque
el tranquilo pinar
y, resonando al fondo, el mar.
Ésta es
la que abre la puerta
a los silencios bajo las estrellas;
al frescor matinal
que trae nubes de jazmín;
a la paz, la bien ganada paz, ya lejos
del asfalto y de los motores terribles.
Las llaves
Guillermo Díaz-Plaja
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