miércoles, 5 de enero de 2022

Danza de espadas

As de espadas. Naipes Heraclio Fournier

Tras blandir su espada flamígera contra Adán y Eva, el ángel del Paraíso la hundió en la roca dispuesta expresamente para que el rey Arturo, más tarde, desclave Excalibur. Esta torpeza del ángel, su imprecisión cronológica y topográfica, desencadena deplorables espectáculos: la espada Muérdago —única que puede hacerlo— no acierta a matar al gigante Balder, para regocijo del monstruo; la espada que pende sobre la cabeza de Damocles, sostenida sólo por una fina crin de caballo, se precipita fatalmente; Roldán no encuentra por ningún lado su espada Durandarte y, pese a la previsible humillación, se defiende a bofetadas del enorme ejército que lo reduce al instante en los Pirineos; a falta de la mágica y temible espada que perteneció a su padre, Sigfrido se esfuerza en atravesar al dragón Fafnir con una Tizona de plástico, lo cual le acarrea no pocas burlas del gremio de animales mitológicos; y lo que es peor, no llega a mis manos ese as de espadas que necesito desesperadamente para ganar el juego en el que, esta noche, he apostado mi vida.

La máquina de languidecer (2009)
Ángel Olgoso 

2 comentarios:

Francesc Cornadó dijo...

La danza de las espadas es compleja, ahí va el ejemplo del florete:

El uso del florete requiere saber geometría
del espacio y del plano, conocer las tangencias
y trazados regulares, dibujar paralelas
y hacer segmentos al viento como líneas rutilantes.

Es de gran eficacia la tirada adelante
lanzada a doble golpe si quieres asesinar.
El primer toque hiere y, si el rival se inclina,
hay que echar la segunda tirada como si fuera un axioma

directamente al corazón y clavar muy adentro.
Si vas a emprender un duelo a "sangre preliminar"
con un solo golpe basta para resolver la lucha,

es coreografía, es un arte elegante
que tiñe de color rojo el honor del vencido
y el estéril orgullo del invicto criminal.

Saludos
Francesc Cornadó

Higinio dijo...

Exquisito poema. Certero como una estocada.

Un fuerte abrazo, amigo Francesc Cornadó