martes, 18 de enero de 2022

La simiente enterrada

Antonio Colinas. La simiente enterrada.

Esta diferencia del pensar entre Oriente y Occidente se observa también de manera muy nítida en la significación que el azar tiene en el I Ching. En este libro el azar es, sin más, el que concede el mensaje o la respuesta de lo Superior u Oculto, de lo Incontrolable. Por el contrario, en Occidente, el azar es algo ligado a la superstición o a las creencias irracionales. En las tres monedas que voltean en el aire o en la posición de las ramitas de milenrama hayamos la respuesta por excelencia. O la «herejía», para la mente occidental.

Hay en la vida, para el poeta contemplativo, un hondo sentido, pero a veces sabe que le faltan las palabras para expresarlo. Por eso, la mayoría de las veces los poetas chinos se ciñen simplemente a hacer la tarea de los pintores: copiar la realidad que sus ojos ven. Una montaña, una choza, un lago en el que se reflejan las grullas, una caña que el viento inclina, las nubes cargadas del otoño, un bosque, un prado. Y, sin embargo, todas estas cosas naturales y comunes tienen un hondo sentido. Hay en ellas algo más: unos símbolos que orientan al hombre extraviado; algo más que el pintor transmite levemente y que el poeta revela intensamente por medio de palabras que no mueren.

La simiente enterrada (2005)
Antonio Colinas

2 comentarios:

Francesc Cornadó dijo...

Procuro entender y describir la realidad y hacerlo con la máxima precisión. Sin embargo, los símbolos se me escapan y mis ojos no alcanzan más allá del límite de los olivos, sospecho a partir de sus hojas plateadas y su sombra chaparrita se extiende un mundo que la claridad mediterránea no me deja ver. Dicen que más allá del árbol de Minerva hay grullas que vuelan sobre los ríos y los cañaverales dibujan entramados sobre las aguas, mi eurocentrismo apenas me deja ver todas estas maravillas. ¡Cuánto me gustaría ver las grullas!
Saludos
Francesc Cornadó

Higinio dijo...

Exquisito comentario. Estoy seguro que ves las grullas.

Un fuerte abrazo, amigo Francesc Cornadó