miércoles, 26 de enero de 2022

Mi casa

Clara Gangutia. La casa grande.

A pesar de todas sus transformaciones, mi casa ha conservado su aspecto anónimo e impersonal: o al menos, así nos parece a nosotros, que vivimos en ella, pero ya se sabe que todos somos malos jueces de aquello que nos concierne, del propio carácter, de los propios vicios y virtudes, incluso de la propia voz o del propio rostro. A otros, tal vez, les podrá parecer muy sintomático del carácter apartado de mi familia. Cierto es que, a nivel consciente, nunca le he pedido a mi casa mucho más que la satisfacción  de las necesidades primarias: espacio, calor, comodidad, silencio, privacidad. Ni he intentado nunca conscientemente hacerla mía, asimilarla a mí, embellecerla, enriquecerla, sofisticarla. No me resulta fácil hablar de la relación que me une a ella, quizá sea de naturaleza gatuna: como los gatos, amo las comodidades pero puedo prescindir de ellas, y me habría adaptado bastante bien a un alojamiento sin comodidad alguna, como varias veces me ha ocurrido y como me ocurre cuando voy a un hotel. No creo que mi modo de escribir esté influenciado por el ambiente en el que vivo y escribo, ni creo que este ambiente se refleje en las cosas que he escrito. Debo de ser, pues, menos sensible que la media a las sugestiones e influencias del ambiente, y no soy en absoluto sensible al prestigio que el ambiente confiere, conserva o deteriora. Vivo en mi casa como lo hago dentro de mi piel: sé de pieles más hermosas, más amplias, más resistentes, más pintorescas, pero no me parecería natural cambiarlas por la mía.

Traducción de Antoni Vilalta Seco

El oficio ajeno (1985)
Primo Levi 

No hay comentarios: