miércoles, 19 de junio de 2024

Domenico Cunego, retrato de Empédocles.

XIV

Empédocles

58. Empédocles, natural de Agrigento, explicó el origen del mundo por la combinación de los cuatro elementos: agua, aire, tierra y fuego, dando a este último la preferencia. Aunque no parece que en esta teoría se encerrase más que la física de Empédocles, pues que distinguía entre el mundo sensible y el intelectual; no obstante, el modo con que explicaba la naturaleza y operaciones del alma, inspira algunas dudas sobre el verdadero sentido de sus doctrinas. En efecto, decía que el alma estaba compuesta de los cuatro elementos, y que conocemos la tierra con la tierra, el agua con el agua, y así de los demás. Esta teoría es materialista; pero no concluye absolutamente contra el espiritualismo del filósofo, porque, extendiendo al alma la distinción entre lo sensible y lo inteligible, quizás explicaba la sensación por la materia, y la inteligencia por el espíritu.
59. Empédocles niega a Dios la forma humana, y afirma que es un ser necesario, espiritual, invisible e inefable. Esto dicen algunos; pero no lo cree Cicerón, pues que le achaca el que divinizaba los cuatro elementos.
60. Tocante al bien y al mal, atribuye el primero al amor y el segundo al odio; las pasiones del hombre han producido el mal sobre la tierra, destruyendo la harmonía primitiva; pero ésta se restablecerá con el triunfo del amor, que unirá en suave lazo a todos los seres del universo.
61. Empédocles no se contentó con aparecer filósofo: quiso representar el papel de santo y profeta. Su desgraciado fin en el cráter del Etna ha dado lugar a varias narraciones, siendo notable la que le achaca el haber querido pasar por Dios, desapareciendo de una manera extraordinaria. Pero esto ¿por dónde consta? ¿no sería más sencilla la explicación, diciendo que, aficionado al estudio de la naturaleza, quiso examinar demasiado de cerca los fenómenos del volcán, que acabó con su vida? Florecía por los años de 440 antes de la era vulgar.

Historia de la Filosofía
Jaime Balmes (1810-1848)

Las cuatro estaciones

José María Junoy. Las cuatro estaciones.

Desde una hondonada

Alternando con los ardientes terrazgos de arcilla, con las hileras oscuras de desnudos sarmientos, con las márgenes de pedruscos ocrosos y azulados, verdean los trigos en ciernes, los guisantales esmeraldinos, las alcachofas argentadas.
(En la pequeña cisterna ―bíblica― una linda muchacha morena, vestida de color de rosa, bien atadas al robusto tobillo las alpargatas blancas, ha llenado su botijo de barro negro y rezumante.)
Raya el finísimo cielo marmóreo el vuelo estremecido de una bandada de verderones y de jilgueros.
Se oye el plañidero ladrar de un perro lejano.
A través de un collado ―fragante de tomillo, de romero y de espliego― llega hasta nosotros el ruido misterioso y profundo ―el noble, el armonioso coro sofocliano― de la mar.

Mariposa blanca

¡También la mariposa blanca proyecta, al volar entre el cielo y la tierra, su sombra negra!

Las cuatro estaciones (1944)
José María Junoy

viernes, 14 de junio de 2024

Versos para distraerme

Francisco Pino. Vuela pluma y Versos para distraerme.

Con

Con raíz:
sentencia.

Con mitra:
eminencia.

Con ala:
trasparencia.

Con corona:
paciencia.

Con nada:
permanencia.

Versos para distraerme (1982)
Francisco Pino 

Diario íntimo

Jules Renard. Fotografiado por Durnac.

1902
20 de febrero. Un pequeño saboyano entra en la fiambrería con un violín de diez céntimos, compra algunos embutidos y, en el momento de pagar, dice que no tiene dinero, que irá a buscarlo si le aceptan su violín en prenda; se lo aceptan, pues cualquier violín vale siempre más de dos céntimos de embutidos. Unos instantes después llega un señor elegante y mientras hace sus compras ve el violín, lo examina y dice: "¡Pero si es un Stradivarius! Doy por él cinco mil francos." Sorpresa del fiambrero que le dice de dónde proviene el violín. "Bien ―dice el caballero―, cuando el niño vuelva cómprele el violín. Yo vendré a buscarlo por el precio convenido." El pequeño regresa. El fiambrero le entrega quinientos francos, con los que obtendrá cinco mil, pero el caballero elegante no vuelve más.

18 de marzo. Un marino que ha dado la vuelta al mundo:
―Un paso más ―dice― y hubiéramos puesto el pie en la nada.

Traducción de Emma P. Zappettini

Diario íntimo 
Jules Renard (1887-1910) 

lunes, 3 de junio de 2024

Guillevic. Arte poética

Dominique Peyronnet. El océano.

El océano también
Escribe y no para de escribir.

En cada marea
Escribe sobre la arena.

Escribe todos los días,
Siempre lo mismo.

Es sin duda
Lo que él debe decirse.

Lo mismo y, sin embargo,
¿A quién le cansa?

No le tengas envidia:
Es el océano.

Traducción de Pilar González España

Guillevic. Arte poética.
Eugéne Guillevic 

Carta a Li Po

José Corredor-Matheos. Carta a Li Po.

Me recuesto en la orilla.
Sin darme cuenta trazo
sobre la arena húmeda
signos que no conozco:
viene el agua y los borra.
Cruza una barca sola,
con músicas y risas.
Absorto entre las aguas
olvido mis preguntas.
Yo soy árbol, montaña.
Yo soy río, y olvido.

Carta a Li Po (1975)
José Corredor-Matheos