martes, 13 de mayo de 2008

Viaje del Parnaso

Capítulo primero del Viaje del Parnaso

Un quídam Caporal italïano,
de patria perusino, a lo que entiendo,
de ingenio griego y de valor romano,
llevado de un capricho reverendo,
le vino en voluntad de ir a Parnaso,
por huir de la Corte el vario estruendo.
Solo y a pie partióse, y paso a paso
llegó donde compró una mula antigua,
de color parda y tartamudo paso.
Nunca a medroso pareció estantigua
mayor, ni menos buena para carga,
grande en los huesos y en la fuerza exigua,
corta de vista, aunque de cola larga,
estrecha en los ijares, y en el cuero
más dura que lo son los de una adarga.
Era de ingenio cabalmente entero:
caía en cualquier cosa fácilmente,
así en abril como en el mes de enero.
En fin, sobre ella el poetón valiente
llegó al Parnaso, y fue del rubio Apolo
agasajado con serena frente.
Contó, cuando volvió el poeta solo
y sin blanca a su patria, lo que en vuelo
llevó la fama deste al otro polo.
Yo, que siempre trabajo y me desvelo
por parecer que tengo de poeta
la gracia que no quiso darme el cielo,
quisiera despachar a la estafeta
mi alma, o por los aires, y ponella
sobre las cumbres del nombrado Oeta,
pues, descubriendo desde allí la bella
corriente de Aganipe, en un saltico
pudiera el labio remojar en ella,
y quedar del licor süave y rico
el pancho lleno, y ser de allí adelante
poeta ilustre, o al menos magnifico.
Mas mil inconvenientes al instante
se me ofrecieron, y quedó el deseo
en cierne, desvalido e ignorante.
Porque [en] la piedra que en mis hombros veo,
que la Fortuna me cargó pesada,
mis mal logradas esperanzas leo.

Viaje del Parnaso
Miguel de Cervantes

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