Al día siguiente, algunas horas después de salir el sol, Sandokán salía de la cabaña listo para emprender la arriesgada empresa.
Estaba vestido con ropas adecuadas para guerrear: se había puesto largas botas de piel roja, su color preferido, y una espléndida casaca de terciopelo rojo, adornada con bordados y flecos, y largos pantalones de seda azul. LLevaba en bandolera una preciosa carabina india con arabescos y de largo alcance; a la cintura, una pesada cimitarra con la empuñadura de oro macizo y un "Kriss", ese puñal de hoja ondulada y envenenada tan apreciado en aquellas poblaciones de Malasia.
Se detuvo un momento a la orilla del gran acantilado, recorriendo con su mirada de águila la superficie del mar, lisa como un espejo, y miró a oriente...
Los tigres de Mompracen
Emilio Salgari
No hay comentarios:
Publicar un comentario