Gil Cavalcanti. Valle del río Coe, Tierras Altas, Escocia.
No sé de dónde vino; hace muchos años que lo tengo frente a mí, en la
mesa de trabajo. Es un paisaje escocés del río Coe, en el condado de
Argill, con montes azulados al fondo, agua escasa en el lecho pedregoso,
pues es verano. La margen derecha casi es una muralla, y entre las
piedras cortantes, donde crece la grama recia, es ahí donde se
encuentra, con los brazos levantados, un árbol cargado de frutas rojas.
Tal vez sean manzanas, y ese árbol, como decía mi madre, sólo pueda
estar allí por la gracia de dios, quiero decir por la suprema gracia de
la poesía. Este paisaje desierto pero no triste, duro sin ser agresivo,
grave pero no exento de encanto, hace mucho tiempo que me llama. Aquel
recodo del río, con el manzano doblegándose de tan cargado, es uno de
los lugares de que tengo más nostalgia, como si allí hubiera llegado una
tarde de agosto y me hubiese descalzado y metido los pies en el agua, y
hubiese olvidado las horas hasta que la sombra cayó en la hierba, y de
repente se oyó a lo lejos un son de esquilas, sin que se divisase sin
embargo rebaño ni pastor. Y el sueño es el resto.
15-3-86
Traducción de Ángel Crespo
Vertientes de la mirada (1946-1986)
Eugènio de Andrade
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