Hans Fredik Dahl. En el fiordo.
CUERPOS de diosas, cuerpos densos de oro,
cuerpos donde se incendia el nácar y la luz,
con destellos de cisne y luna y mar en calma.
Cuerpos en los que se alza la juventud del cielo,
la altivez de la nieve cegadora.
Cuerpos de ardido mármol,
de indeleble frescor, resplandecientes
como ramajes de agua y sol de arena.
Cuerpos con un aliento cristalino,
transparencia de frondas,
pasando por mis noches, deslumbrando mis días.
Cuerpos duros de nórdicas mujeres
que conocí en lugares que me dieron
el esplendor del bosque,
las olas del centeno, aulas, trenes,
basaltos de neblina y cavidades,
o en las tardes desnudas del verano
bajo la clara umbría del serbal.
Cuerpos de la tersura nacidos de la brisa,
con la dicha veloz de cascadas y ríos
cruzando por mi piel, amando en mi memoria.
El abedul en llamas (1974-1978)
Justo Jorge Padrón
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