Henri Fantin Latour. Taza blanca con platillo.
Dos pequeñas tazas blancas sobre el amarillo de la mesa: dan sensación de armonía, establecen su propia distancia respecto a los demás objetos, respecto al tiempo detenido de la tarde. ¿Cómo una visión tan sencilla puede convertirse en un hallazgo, provocar instantes de una mínima y secreta felicidad?
La fascinación por los cuadernos: textura del papel, motivos y color de la cubierta, tamaño, encuadernación... Y el temor de empezarlos. Acaba uno convirtiéndose en coleccionista de bellos cuadernos vacíos, de improbables proyectos para escribir en ellos.
La Literatura como un desván donde perderse y decubrir, en baúles que nadie ha abierto desde hace décadas, en silenciosas cómodas, otros mundos extraños: aquellas ínsulas que imaginamos lúcidas y sabemos ingobernables, brillantes, salvadoras.
Escribir sobre el título que acabo de rotular en la primera página de este cuaderno de cubiertas negras: Enemigo que huye.
Más que el de diario, su propósito es el de cuaderno de notas: lecturas, ideas, sentimientos, personas, paisajes. En definitiva, todo lo que va arrastrando la corriente de los días. Todo lo arrastra el Tiempo, en él sucede todo. ¿Y qué es el Tiempo sino nuestro enemigo, aunque a veces se disfrace de aliado? A la par que huye va venciéndonos. Para él, todos los puentes son de plata.
(De las notas de 1989 a 1993)
Enemigo que huyeJuan Lamillar
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