jueves, 31 de enero de 2019

Lingüistas

Ilustración de Diego Fernández.

Tras la cerrada ovación que puso término a la sesión plenaria del Congreso Internacional de Lingüistas y afines, la hermosa taquígrafa recogió sus lápices y papeles y se dirigió hacia la salida, abriéndose paso entre un centenar de lingüistas, filólogos. semiólogos, críticos estructuralistas y deconstruccionistas, todos los cuales siguieron su garboso desplazamiento con una admiración rayana en la glosemática.
De pronto, las diversas acuñaciones cerebrales adquirieron vigencia fónica:
—¡Qué sintagma!
—¡Qué polisemia!
—¡Qué significante!
—¡Qué diacronía!
—¡Qué exemplar ceterorum!
—¡Qué Zungenspitze!
—¡Qué morfema!
La hermosa taquígrafa desfiló impertérrita y adusta entre aquella selva de fonemas. Sólo se la vio sonreir, halagada y tal vez vulnerable, cuando el joven ordenanza, antes de abrirle la puerta, murmuró casi en su oído:
—Cosita linda.

Cuentos
Mario Benedetti

Lingüistas

Ilustración de Diego Fernández.

Tras la cerrada ovación que puso término a la sesión plenaria del Congreso Internacional de Lingüistas y afines, la hermosa taquígrafa recogió sus lápices y papeles y se dirigió hacia la salida, abriéndose paso entre un centenar de lingüistas, filólogos. semiólogos, críticos estructuralistas y deconstruccionistas, todos los cuales siguieron su garboso desplazamiento con una admiración rayana en la glosemática.
De pronto, las diversas acuñaciones cerebrales adquirieron vigencia fónica:
—¡Qué sintagma!
—¡Qué polisemia!
—¡Qué significante!
—¡Qué diacronía!
—¡Qué exemplar ceterorum!
—¡Qué Zungenspitze!
—¡Qué morfema!
La hermosa taquígrafa desfiló impertérrita y adusta entre aquella selva de fonemas. Sólo se la vio sonreir, halagada y tal vez vulnerable, cuando el joven ordenanza, antes de abrirle la puerta, murmuró casi en su oído:
—Cosita linda.

Cuentos
Mario Benedetti

martes, 29 de enero de 2019

Rosaura a las diez

Marco Denevi. Rosaura a las diez.

Capítulo III

—Pero a mí me interesa Rosaura. Hábleme de Rosaura.
—Sí, Rosaura, Rosaura.
—Sí, a Rosaura la soñé de día. Rosaura fue uno de esos devaneos, una de esas fantasías ociosas... A usted le costará creerlo. Usted es hombre de acción. Yo soy un hombre sin carácter, como dice la señora Milagros. A usted le costará creer que haya gente que pierda el tiempo imaginando cosas. Son pobres, se imaginan que son ricos, que poseen millones, que tienen aquí un palacio, allá una estancia. Dibujan el plano del palacio, el casco de la estancia. Se hacen una lista de todos los trajes, los sobretodos, las camisas, los sombreros que tienen en el guardarropa del palacio. Otra lista de los autos, y otra con los nombres de las amantes. O no han escrito jamás una línea, pero dicen: «Tengo aquí», y se señalan la sien, «tengo aquí una novela que hará época, una novela que, en cuanto salga publicada, me hará famosísimo. Me darán el premio Nobel. Cincuenta ediciones. Una edición especial, en papel biblia, con mi firma. Y luego escribiré un drama. Tres años en cartel. Mil representaciones». Y esto lo dicen sentados en un café, mirando pasar la gente. Y de la novela, del drama, ni una línea.
—¿Rosaura fue un sueño de esa especie?
—Exactamente. El sueño de un imposible. Otros sueñan que son millonarios. Yo soñé que una mujer me amaba.

Rosaura a las diez (1955)
Marco Denevi

Rosaura a las diez

Marco Denevi. Rosaura a las diez.

Capítulo III

—Pero a mí me interesa Rosaura. Hábleme de Rosaura.
—Sí, Rosaura, Rosaura.
—Sí, a Rosaura la soñé de día. Rosaura fue uno de esos devaneos, una de esas fantasías ociosas... A usted le costará creerlo. Usted es hombre de acción. Yo soy un hombre sin carácter, como dice la señora Milagros. A usted le costará creer que haya gente que pierda el tiempo imaginando cosas. Son pobres, se imaginan que son ricos, que poseen millones, que tienen aquí un palacio, allá una estancia. Dibujan el plano del palacio, el casco de la estancia. Se hacen una lista de todos los trajes, los sobretodos, las camisas, los sombreros que tienen en el guardarropa del palacio. Otra lista de los autos, y otra con los nombres de las amantes. O no han escrito jamás una línea, pero dicen: «Tengo aquí», y se señalan la sien, «tengo aquí una novela que hará época, una novela que, en cuanto salga publicada, me hará famosísimo. Me darán el premio Nobel. Cincuenta ediciones. Una edición especial, en papel biblia, con mi firma. Y luego escribiré un drama. Tres años en cartel. Mil representaciones». Y esto lo dicen sentados en un café, mirando pasar la gente. Y de la novela, del drama, ni una línea.
—¿Rosaura fue un sueño de esa especie?
—Exactamente. El sueño de un imposible. Otros sueñan que son millonarios. Yo soñé que una mujer me amaba.

Rosaura a las diez (1955)
Marco Denevi

lunes, 28 de enero de 2019

Poemas de amor

Idea Vilariño. Poemas de amor.

Después

Es otra
acaso es otra
la que va recobrando
su pelo su vestido su manera
la que ahora retoma
su vertical
su peso
y después de sesiones lujuriosas y tiernas
se sale por la puerta entera y pura
y no busca saber
no necesita
y no quiere saber
nada de nadie.

Estoy aquí

Estoy aquí
en el mundo
en un lugar del mundo
esperando
esperando.
Ven
o no vengas
yo
me estoy aquí
esperando.

Poemas de amor (1957)
Idea Vilariño

Poemas de amor

Idea Vilariño. Poemas de amor.

Después

Es otra
acaso es otra
la que va recobrando
su pelo su vestido su manera
la que ahora retoma
su vertical
su peso
y después de sesiones lujuriosas y tiernas
se sale por la puerta entera y pura
y no busca saber
no necesita
y no quiere saber
nada de nadie.

Estoy aquí

Estoy aquí
en el mundo
en un lugar del mundo
esperando
esperando.
Ven
o no vengas
yo
me estoy aquí
esperando.

Poemas de amor (1957)
Idea Vilariño

domingo, 27 de enero de 2019

El collar de la paloma

Ibn Hazm de Córdoba. El collar de la paloma.

VII

Sabrás, hónrete Dios, que el amor ejerce sobre las almas un efectivo poderío, un decisivo imperio, una autoridad irresistible, una fuerza contra la que no es posible rebelarse, una soberanía a la que no se puede escapar, y que impone una obediencia ineludible y una coacción a la que nadie puede hurtarse. Destruye lo más recio, desata lo más consistente, derriba lo más sólido, disloca lo más firme, se aposenta en lo más hondo del corazón y torna lícito lo vedado.

Traducción de Emilio García Gómez

El collar de la paloma
Ibn Hazm de Córdoba (994-1063)

El collar de la paloma

Ibn Hazm de Córdoba. El collar de la paloma.

VII

Sabrás, hónrete Dios, que el amor ejerce sobre las almas un efectivo poderío, un decisivo imperio, una autoridad irresistible, una fuerza contra la que no es posible rebelarse, una soberanía a la que no se puede escapar, y que impone una obediencia ineludible y una coacción a la que nadie puede hurtarse. Destruye lo más recio, desata lo más consistente, derriba lo más sólido, disloca lo más firme, se aposenta en lo más hondo del corazón y torna lícito lo vedado.

Traducción de Emilio García Gómez

El collar de la paloma
Ibn Hazm de Córdoba (994-1063)

sábado, 26 de enero de 2019

En la calle

José Agustín Goytisolo. Palabras para Julia y otras canciones.

Imagino el poema
y no quiere salir.

Golpea en mi cabeza
y no quiere salir.

Yo grito y me estremezco
y no quiere salir.

Le llamo por su nombre
y no quiere salir.

Bajo a la calle entonces
y lo encuentro ante mí.

Palabras para Julia y otras canciones (1979)
José Agustín Goytisolo

En la calle

José Agustín Goytisolo. Palabras para Julia y otras canciones.

Imagino el poema
y no quiere salir.

Golpea en mi cabeza
y no quiere salir.

Yo grito y me estremezco
y no quiere salir.

Le llamo por su nombre
y no quiere salir.

Bajo a la calle entonces
y lo encuentro ante mí.

Palabras para Julia y otras canciones (1979)
José Agustín Goytisolo

jueves, 24 de enero de 2019

Contra la flor de la canela

René Magritte. Los amantes, 1928.


Para hacer el amor
debe evitarse un sol muy fuerte sobre los ojos de la muchacha,
tampoco es buena la sombra si el lomo del amante se achicharra
para hacer el amor.
Los pastos húmedos son mejores que los pastos amarillos,
pero la arena gruesa es mejor todavía.
Ni junto a las colinas porque el suelo es rocoso ni cerca de las aguas.
Poco reino es la cama para este buen amor.
Limpios los cuerpos han de ser como una gran pradera:
que ningún valle o monte quede oculto y los amantes
podrán holgarse en todos sus caminos.
La oscuridad no guarda el buen amor.
El cielo debe ser azul y amable, limpio y redondo como un techo
y entonces
la muchacha no verá el Dedo de Dios.
Los cuerpos discretos pero nunca en reposo,
los pulmones abiertos,
las frases cortas.
Es difícil hacer el amor pero se aprende.

Dedo de Dios: Esto es, no tendrá remordimientos ni se sentirá culpable.

Agua que no has de beber (1971)
Antonio Cisneros

Contra la flor de la canela

René Magritte. Los amantes, 1928.


Para hacer el amor
debe evitarse un sol muy fuerte sobre los ojos de la muchacha,
tampoco es buena la sombra si el lomo del amante se achicharra
para hacer el amor.
Los pastos húmedos son mejores que los pastos amarillos,
pero la arena gruesa es mejor todavía.
Ni junto a las colinas porque el suelo es rocoso ni cerca de las aguas.
Poco reino es la cama para este buen amor.
Limpios los cuerpos han de ser como una gran pradera:
que ningún valle o monte quede oculto y los amantes
podrán holgarse en todos sus caminos.
La oscuridad no guarda el buen amor.
El cielo debe ser azul y amable, limpio y redondo como un techo
y entonces
la muchacha no verá el Dedo de Dios.
Los cuerpos discretos pero nunca en reposo,
los pulmones abiertos,
las frases cortas.
Es difícil hacer el amor pero se aprende.

Dedo de Dios: Esto es, no tendrá remordimientos ni se sentirá culpable.

Agua que no has de beber (1971)
Antonio Cisneros

martes, 22 de enero de 2019

La dignidad del arte

Eduardo Galeano. El libro de los abrazos.

Yo escribo para quienes no pueden leerme. Los de abajo, los que esperan desde hace siglos en la cola de la historia, no saben leer o no tienen con qué. Cuando me viene el desánimo, me hace bien recordar una lección de dignidad del arte que recibí hace años, en un teatro de Asís, en Italia. Habíamos ido con Helena a ver un espectáculo de pantomima, y no había nadie. Ella y yo éramos los únicos espectadores. Cuando se apagó la luz, se nos sumaron el acomodador y la boletera. Y, sin embargo, los actores, más numerosos que el público, trabajaron aquella noche como si estuvieran viviendo la gloria de un estreno a sala repleta. Hicieron su tarea entregándose enteros, con todo, con alma y vida; y fue una maravilla.
Nuestros aplausos retumbaron en la soledad de la sala. Nosotros aplaudimos hasta despellejarnos las manos.

El libro de los abrazos (1989)
Eduardo Galeano

La dignidad del arte

Eduardo Galeano. El libro de los abrazos.

Yo escribo para quienes no pueden leerme. Los de abajo, los que esperan desde hace siglos en la cola de la historia, no saben leer o no tienen con qué. Cuando me viene el desánimo, me hace bien recordar una lección de dignidad del arte que recibí hace años, en un teatro de Asís, en Italia. Habíamos ido con Helena a ver un espectáculo de pantomima, y no había nadie. Ella y yo éramos los únicos espectadores. Cuando se apagó la luz, se nos sumaron el acomodador y la boletera. Y, sin embargo, los actores, más numerosos que el público, trabajaron aquella noche como si estuvieran viviendo la gloria de un estreno a sala repleta. Hicieron su tarea entregándose enteros, con todo, con alma y vida; y fue una maravilla.
Nuestros aplausos retumbaron en la soledad de la sala. Nosotros aplaudimos hasta despellejarnos las manos.

El libro de los abrazos (1989)
Eduardo Galeano

domingo, 20 de enero de 2019

Tempestad sobre el Aconcagua

Tibor Sekelj. Tempestad sobre el Aconcagua.

Plaza de Mulas 

En cuanto al padre Gil, él se preparaba para decir la misa —era el domingo por la mañana— la misa celebrada hasta ahora en el lugar más alto de la República. Afirmo esto, porque, a pesar de que el padre Kastelic había celebrado una misa en Plaza de Mulas, en el año 1940, él lo hizo frente a la entrada del campamento mientras que la actual fue celebrada sobre la colina en la cual está colocada la cruz y que domina el campamento desde unos 30 metros de altura.
Después de la misa, el padre Gil tomó algunas fotografías y bajó hasta la cocina en animada charla con nosotros. Generalmente, era él quien mejor se sentía entre los tres visitantes y, antes de irse nos expresó sus vivos deseos de quedarse entre nosotros y su sentimiento de no poder hacerlo por querer volver con sus compañeros de viaje.
Almorzamos y, luego, los visitantes se aprontaron para otra cabalgata de ocho horas, hasta Puente del Inca. Nos despedimos de ellos y los acompañamos con la vista desde una colina, durante un largo rato, hasta que se perdieron entre las quebradas del valle Horcones.
Los visitantes nos dejaron unos diarios mendocinos de aquel mismo sábado en que ellos llegaron. Ha sido seguramente la primera vez que un diario del mismo día llegó a ese lugar. Nosotros nos alegramos con los diarios y nos pusimos a leerlos. Pero ninguno de nosotros llegó a terminar la lectura de un solo artículo. Es que en esas alturas, rodeados de la imponencia de los majestuosos cerros bordeados de blancura nívea, los problemas cotidianos del mundo parecen muy pequeños, muy insignificantes y también muy lejos de nosotros. Un diario en medio de la sublime majestuosidad de la naturaleza parece casi un sacrilegio o, cuando menos, un objeto sin valor, si no se tiene en cuenta la posibilidad de utilizarlo para prender fuego o envolver algo con él.

Tempestad sobre el Aconcagua (1944)
Tibor Sekelj

Tempestad sobre el Aconcagua

Tibor Sekelj. Tempestad sobre el Aconcagua.

Plaza de Mulas 

En cuanto al padre Gil, él se preparaba para decir la misa —era el domingo por la mañana— la misa celebrada hasta ahora en el lugar más alto de la República. Afirmo esto, porque, a pesar de que el padre Kastelic había celebrado una misa en Plaza de Mulas, en el año 1940, él lo hizo frente a la entrada del campamento mientras que la actual fue celebrada sobre la colina en la cual está colocada la cruz y que domina el campamento desde unos 30 metros de altura.
Después de la misa, el padre Gil tomó algunas fotografías y bajó hasta la cocina en animada charla con nosotros. Generalmente, era él quien mejor se sentía entre los tres visitantes y, antes de irse nos expresó sus vivos deseos de quedarse entre nosotros y su sentimiento de no poder hacerlo por querer volver con sus compañeros de viaje.
Almorzamos y, luego, los visitantes se aprontaron para otra cabalgata de ocho horas, hasta Puente del Inca. Nos despedimos de ellos y los acompañamos con la vista desde una colina, durante un largo rato, hasta que se perdieron entre las quebradas del valle Horcones.
Los visitantes nos dejaron unos diarios mendocinos de aquel mismo sábado en que ellos llegaron. Ha sido seguramente la primera vez que un diario del mismo día llegó a ese lugar. Nosotros nos alegramos con los diarios y nos pusimos a leerlos. Pero ninguno de nosotros llegó a terminar la lectura de un solo artículo. Es que en esas alturas, rodeados de la imponencia de los majestuosos cerros bordeados de blancura nívea, los problemas cotidianos del mundo parecen muy pequeños, muy insignificantes y también muy lejos de nosotros. Un diario en medio de la sublime majestuosidad de la naturaleza parece casi un sacrilegio o, cuando menos, un objeto sin valor, si no se tiene en cuenta la posibilidad de utilizarlo para prender fuego o envolver algo con él.

Tempestad sobre el Aconcagua (1944)
Tibor Sekelj

viernes, 18 de enero de 2019

Tierra eterna

José Antonio Muñoz Rojas. Las cosas del campo.

Sola y eterna, tierra de arados, de sementeras y de olivar, mil veces regada con sudores de hombres, con cuidados, con maldiciones, con desesperaciones de hombres, hermosura diario, espejo y descanso nuestro.
Nunca cansas, siempre lista, inscrita una y otra vez por hierros y por huellas, volcada por rejas al sol y a la lluvia, a todo tempero, siempre con la dádiva conforme al trabajo, medida a nuestros huesos.
¡Ay de los que te olvidaren, de los que en su piel y en sus ojos pierdan tu recuerdo, de los que no se refresquen contigo, de los que te pierdan de alma!

Las cosas del campo (1951)
José Antonio Muñoz Rojas

Tierra eterna

José Antonio Muñoz Rojas. Las cosas del campo.

Sola y eterna, tierra de arados, de sementeras y de olivar, mil veces regada con sudores de hombres, con cuidados, con maldiciones, con desesperaciones de hombres, hermosura diario, espejo y descanso nuestro.
Nunca cansas, siempre lista, inscrita una y otra vez por hierros y por huellas, volcada por rejas al sol y a la lluvia, a todo tempero, siempre con la dádiva conforme al trabajo, medida a nuestros huesos.
¡Ay de los que te olvidaren, de los que en su piel y en sus ojos pierdan tu recuerdo, de los que no se refresquen contigo, de los que te pierdan de alma!

Las cosas del campo (1951)
José Antonio Muñoz Rojas

lunes, 14 de enero de 2019

De los remordimientos y de la conciencia

Teodoro Viero. Mandarín.

¡Formidable conciencia! ¿Pudieras no ser sino un fantasma abortado por la imaginación, o el mero temor de los castigos humanos? Yo me pregunto: Si te fuese posible, en virtud de un solo deseo, dar muerte a un hombre en la China y heredar su fortuna en Europa, con la convicción sobrenatural de que nunca se averiguaría la verdad, ¿transigirías con tal deseo? En vano me exagero mi indigencia; en vano pretendo atenuar este homicidio, suponiendo que, merced a mi deseo, el chino morirá repentinamente sin dolor alguno, que no tiene herederos, y hasta que a su muerte el Estado perderá sus bienes; en vano supongo a ese hombre abrumado de enfermedades y amarguras; en vano me digo que la muerte es un bien para él, que la llama, y que sólo le resta un momento de vida; a pesar de todos mis ingeniosos subterfugios, oigo en mi interior una voz que clama con tal fuerza contra la sola idea de semejante suposición, que no puedo dudar ni por un instante de la realidad de la conciencia.

Traducción: Editorial Ramón Sopena

El Genio del Cristianismo (1802)
François-René de Chateaubriand

De los remordimientos y de la conciencia

Teodoro Viero. Mandarín.

¡Formidable conciencia! ¿Pudieras no ser sino un fantasma abortado por la imaginación, o el mero temor de los castigos humanos? Yo me pregunto: Si te fuese posible, en virtud de un solo deseo, dar muerte a un hombre en la China y heredar su fortuna en Europa, con la convicción sobrenatural de que nunca se averiguaría la verdad, ¿transigirías con tal deseo? En vano me exagero mi indigencia; en vano pretendo atenuar este homicidio, suponiendo que, merced a mi deseo, el chino morirá repentinamente sin dolor alguno, que no tiene herederos, y hasta que a su muerte el Estado perderá sus bienes; en vano supongo a ese hombre abrumado de enfermedades y amarguras; en vano me digo que la muerte es un bien para él, que la llama, y que sólo le resta un momento de vida; a pesar de todos mis ingeniosos subterfugios, oigo en mi interior una voz que clama con tal fuerza contra la sola idea de semejante suposición, que no puedo dudar ni por un instante de la realidad de la conciencia.

Traducción: Editorial Ramón Sopena

El Genio del Cristianismo (1802)
François-René de Chateaubriand

domingo, 13 de enero de 2019

Las distracciones de Capri

Jason Brooks. Visite Capri.

En el barco matinal que me llevaba a Capri, tuve la suerte de encontrar a uno de mis viejos amigos de Atenas. Es el más espiritual de los griegos y no habría podido desear mejor compañero de viaje.
Se tiene mucho que decir, cuando no se ha visto desde hace doce años: estábamos como los amigos de Luciano de Samosata, que se encontraron en Rodas para tomar rumbo hacia la diosa y los placeres de Cnido.
En verdad, estábamos algo avergonzados, tanto él como yo, por no haber resistido a la equívoca reputación de Capri. Carecíamos de originalidad. Aunque, en fin, ¿se podía no conocer a Capri, Capri, isola d'amore, como decía el refrán con que nos atronaba el pick-up del barco? Veíamos entre los pasajeros, gente muy austera reposando en las banquetas del puente; suizos, con su gran escudo en el ojal, viejas inglesas, parejas jóvenes. Su ingenuidad nos hacía sonreír: ¿ignoraban que bogaban hacia la isla de las saturnales? "En el fondo, les envidio, me dijo el griego; su conciencia continuará en paz hasta el desembarcadero".
No obstante, las alturas de Capri se dibujaban, cada vez más precisas, delante de nosotros. Atrayentes y abruptas a la vez, como corresponde a un lugar que encierra tantos misterios y que ahoga tantos escándalos. Pero no nos parecieron tener el aspecto de una "jovencita que abandona a las olas su cabellera" ni el de una "sirena desfallecida sobre el mar", expresiones algo floridas que podíamos leer en la guía. El barco enfiló hacia el muelle de Marina Grande; las casas blancas, apretujadas sobre la pendiente de una colina entre dos montañas, recordaban las de una pequeña ciudad de las islas griegas. Mi amigo había apuntado sobre el puerto sus prismáticos, que luego me prestó, sin decir palabra. Creí ver a muchachos y chicas coronados de flores, esperándonos en la orilla, como los de Tahití que acogieron a los marinos de Bougainville. Sólo vi una larga fila de comisionistas de hoteles.
A falta de haber reservado piezas, cada uno de nosotros había retenido, al menos, el nombre de un hotel: "Gaudéamus". El nombre resultaba todo un programa. Gaudeamus igitur... "Regocijémonos pues, mientras somos jóvenes": hasta una canción latina nos animaba a divertirnos en Capri.

Traducción de Lía Susini, Abelardo Arias y Renato Pellegrini

Del Vesubio al Etna (1952)
Roger Peyrefitte

Las distracciones de Capri

Jason Brooks. Visite Capri.

En el barco matinal que me llevaba a Capri, tuve la suerte de encontrar a uno de mis viejos amigos de Atenas. Es el más espiritual de los griegos y no habría podido desear mejor compañero de viaje.
Se tiene mucho que decir, cuando no se ha visto desde hace doce años: estábamos como los amigos de Luciano de Samosata, que se encontraron en Rodas para tomar rumbo hacia la diosa y los placeres de Cnido.
En verdad, estábamos algo avergonzados, tanto él como yo, por no haber resistido a la equívoca reputación de Capri. Carecíamos de originalidad. Aunque, en fin, ¿se podía no conocer a Capri, Capri, isola d'amore, como decía el refrán con que nos atronaba el pick-up del barco? Veíamos entre los pasajeros, gente muy austera reposando en las banquetas del puente; suizos, con su gran escudo en el ojal, viejas inglesas, parejas jóvenes. Su ingenuidad nos hacía sonreír: ¿ignoraban que bogaban hacia la isla de las saturnales? "En el fondo, les envidio, me dijo el griego; su conciencia continuará en paz hasta el desembarcadero".
No obstante, las alturas de Capri se dibujaban, cada vez más precisas, delante de nosotros. Atrayentes y abruptas a la vez, como corresponde a un lugar que encierra tantos misterios y que ahoga tantos escándalos. Pero no nos parecieron tener el aspecto de una "jovencita que abandona a las olas su cabellera" ni el de una "sirena desfallecida sobre el mar", expresiones algo floridas que podíamos leer en la guía. El barco enfiló hacia el muelle de Marina Grande; las casas blancas, apretujadas sobre la pendiente de una colina entre dos montañas, recordaban las de una pequeña ciudad de las islas griegas. Mi amigo había apuntado sobre el puerto sus prismáticos, que luego me prestó, sin decir palabra. Creí ver a muchachos y chicas coronados de flores, esperándonos en la orilla, como los de Tahití que acogieron a los marinos de Bougainville. Sólo vi una larga fila de comisionistas de hoteles.
A falta de haber reservado piezas, cada uno de nosotros había retenido, al menos, el nombre de un hotel: "Gaudéamus". El nombre resultaba todo un programa. Gaudeamus igitur... "Regocijémonos pues, mientras somos jóvenes": hasta una canción latina nos animaba a divertirnos en Capri.

Traducción de Lía Susini, Abelardo Arias y Renato Pellegrini

Del Vesubio al Etna (1952)
Roger Peyrefitte

viernes, 11 de enero de 2019

El aire es de los dioses

Ángel Crespo. El aire es de los dioses.

No me pregunta dónde voy

No me pregunta dónde voy ni digo
dónde voy ni pregunto
dónde va. Nos miramos
—yo, advertido de ver a un dios; y él
no creyendo que un hombre
pueda verle de nuevo.

El aire es de los dioses (1978-1981)
Ángel Crespo

El aire es de los dioses

Ángel Crespo. El aire es de los dioses.

No me pregunta dónde voy

No me pregunta dónde voy ni digo
dónde voy ni pregunto
dónde va. Nos miramos
—yo, advertido de ver a un dios; y él
no creyendo que un hombre
pueda verle de nuevo.

El aire es de los dioses (1978-1981)
Ángel Crespo

miércoles, 9 de enero de 2019

Ajedrez

Tony Luciani. Ajedrez.

II

Tenue rey, sesgo alfil, encarnizada
Reina, torre directa y peón ladino
Sobre lo negro y blanco del camino
Buscan y libran su batalla armada.

No saben que la mano señalada
Del jugador gobierna su destino,
No saben que un rigor adamantino
Sujeta su albedrío y su jornada.

También el jugador es prisionero
(La sentencia es de Omar) de otro tablero
De negras noches y de blancos días.

Dios mueve al jugador, y éste, la pieza.
¿Qué dios detrás de Dios la trama empieza
De polvo y tiempo y sueño y agonías?

El Hacedor (1960)
Jorge Luis Borges

Ajedrez

Tony Luciani. Ajedrez.

II

Tenue rey, sesgo alfil, encarnizada
Reina, torre directa y peón ladino
Sobre lo negro y blanco del camino
Buscan y libran su batalla armada.

No saben que la mano señalada
Del jugador gobierna su destino,
No saben que un rigor adamantino
Sujeta su albedrío y su jornada.

También el jugador es prisionero
(La sentencia es de Omar) de otro tablero
De negras noches y de blancos días.

Dios mueve al jugador, y éste, la pieza.
¿Qué dios detrás de Dios la trama empieza
De polvo y tiempo y sueño y agonías?

El Hacedor (1960)
Jorge Luis Borges

sábado, 5 de enero de 2019

Panfleto desde el planeta de los simios

Manuel Vázquez Montalbán. Panfleto desde el planeta de los simios.

Hemos de juramentarnos para no ser más cómplices de Calígula cuando quiere nombrar procónsul a su caballo.
No hay verdades únicas ni luchas finales, pero aún es posible orientarnos mediante las verdades posibles contra las no verdades evidentes y luchar contra ellas. Se puede ver parte de la verdad y no reconocerla, pero es imposible contemplar el Mal y no reconocerlo.

Panfleto desde el planeta de los simios (1995)
Manuel Vázquez Montalbán

Panfleto desde el planeta de los simios

Manuel Vázquez Montalbán. Panfleto desde el planeta de los simios.

Hemos de juramentarnos para no ser más cómplices de Calígula cuando quiere nombrar procónsul a su caballo.
No hay verdades únicas ni luchas finales, pero aún es posible orientarnos mediante las verdades posibles contra las no verdades evidentes y luchar contra ellas. Se puede ver parte de la verdad y no reconocerla, pero es imposible contemplar el Mal y no reconocerlo.

Panfleto desde el planeta de los simios (1995)
Manuel Vázquez Montalbán

viernes, 4 de enero de 2019

Historia antigua

Víctor Botas. Historia antigua.

Cárcel

Te pongo a caminar por esta página
en blanco. (No hace falta
decir que para siempre; no habrá modo
de que puedas salir: ninguna cárcel
es comparable a ésta, que no tiene
referencia cabal en que orientarse).

No ser en modo alguno

Qué bueno
no ser en modo alguno
imprescindible
como lo son tantísimos
                                          Sin duda
ha de ser agobiante ese saberse
necesario
como el insomne dios de los teólogos.

Historia antigua (1987)
Víctor Botas

Historia antigua

Víctor Botas. Historia antigua.

Cárcel

Te pongo a caminar por esta página
en blanco. (No hace falta
decir que para siempre; no habrá modo
de que puedas salir: ninguna cárcel
es comparable a ésta, que no tiene
referencia cabal en que orientarse).

No ser en modo alguno

Qué bueno
no ser en modo alguno
imprescindible
como lo son tantísimos
                                          Sin duda
ha de ser agobiante ese saberse
necesario
como el insomne dios de los teólogos.

Historia antigua (1987)
Víctor Botas