jueves, 31 de julio de 2014

Desde entonces

José Emilio Pacheco. Foto: Virginia Bautista. (Excélsior).

EL ARTE DE LA GUERRA

Años de errar en el desierto. Salvé la vida porque el verdugo se compadeció y entregó el recién nacido a unos pastores. Cuando alcancé la mayoría de edad me dijeron: "Eres hijo del rey asesinado. Acaudilla a los desafectos, recobra lo que te pertenece".
Las tropas del impostor no me alcanzaron. Años de errar en el desierto. Me enseñaron el arte de la guerra las tribus mercenarias. Al invocar el nombre de mi padre levanté ejércitos. Tras veinte años de combate, gracias a la valentía de mis soldados y la astucia de mis lugartenientes, tomé la capital, hice pedazos al tirano y me senté en el trono que no se comparte.
Ahora soy rey. No se lo deseo a nadie. En los ojos de mis compañeros de lucha observo el odio y el brillo de la daga que tarde o temprano se clavará en mi espalda.

EL LIBRO

Lo compré hace muchos años. Pospuse la lectura para un momento que no llegó jamás. Moriré sin haberlo leído. Y en sus páginas estaban el secreto y la clave.

Desde entonces (1980)
José Emilio Pacheco 

Taller del hechicero

Aníbal Núñez. Taller del hechicero.

Encuentros

Tibio yeso tus ojos tienden sobre
mi corazón en ruinas: rapidísima
reconstrucción de un templo a ti advocado.

Pebetero

Que me traigan el humo dijo Ciro
y le trajeron todas sus victorias.

Taller del hechicero (1979)
Aníbal Núñez

sábado, 26 de julio de 2014

Vigilias

Octavio Paz, Malmoe, 1988, fotografiado por Jonn Leffmann, (Wikipedia).

El Monstruo -En las horas vacías, cuando, despojado de todo lo que soy (el pasado y el futuro, lo que sueño y me sueña, lo que recuerdo y lo que olvido y lo que pienso o me piensa), quedo inundado de mí, de mi sola presencia, de mi solo ser: soy. De la soledad emerjo, río creciendo, como la marea de las lágrimas, como el deseo. Algo crece, brotando del centro de mi ser, inundando mi pecho: algo, mi yo, crece: sus manos invisibles tocan mis paredes interiores y por mis ojos, deslumbrado, ve. Ya sólo soy yo. Un yo íntimo, escondido, hecho de avidez y de tiempo; un yo tiránico, que expulsa a mi otro yo, a mis otros yoes -de los que puedo hablar, mis servidores, mis espejos, mis manos, mis máscaras, que me aproximan al mundo, que me defienden y me entregan. Yoes de mi pensamiento, de mis sentimientos, de mis recuerdos, de mis hiprocresías, de mis buenos propósitos, yoes del sueño y de la vigilia, yoes que responden a mi nombre, bautizados, afables, coléricos...¡Pero este yo, sin nombre, bárbaro, mudo, que nada quiere, del que nada sé y que sólo es! Yo anterior a todos mis yoes, a todos mis fracasos y mis ambiciones y mis esperanzas, substancia de mi ser (y sin embargo extraño), alimento de mí, padre ciego, que no piensa ni desea, anterior a la luz y a mi nombre: único y verdadero yo. Nada sabe de mí y nada sé de él, pero él y yo somos el mismo y lo mismo.

Primeras letras (1931-1943)
Octavio Paz

jueves, 24 de julio de 2014

Todo lo que está por hacer

Uno de esos días, de Asdrúbal Hernández
Todo lo que está por hacer
Para las hermanas Dulce no era cierto que Dios creara el mundo sólo en seis días. ¡Pero si ni siquiera lo había terminado! De lo contrario no habría tantas lenguas para tan pocas cosas que decirse; ni enfermedades (Valentina sufría de aerofagia); ni guerras por ahí, aunque fueran lejos; no habría catástrofes en ningún sitio (también muy lejos, como esa reciente en que murió tanta gente que los cuerpos alfombraban el mar y la tierra); y desde luego, no padeceríamos pensiones de jubilación tan bajas o goteras en el cuarto de invitados.
Hablando de pensiones, parecería que Dios se acogió a una jubilación anticipada de oro dejando todo empantanado. Y hablando de goteras, antes de salir de casa para ir a la prisión donde trabajaba, Mónica le había vuelto a recordar a Valentina que se acercara a la ferretería y dijera al ferretero que mandase un fontanero o un albañil o quien quiera que se dedicase a quitar goteras.
—Métele prisa. Hoy no llueve, pero va a cambiar otra vez. Y de paso compra ese líquido, como se llame, para desatascar el fregadero.
—No está atascado. Ya te lo he dicho.
—Lo estará de un momento a otro. Y no lo viertas tú sola —le gustaba hablar así a veces, verter en lugar de echar, regresar en vez de volver—. Espera a que regrese. Ah, y dos mascarillas –gritó ya desde fuera. Se le había hecho algo tarde; si no se daba prisa tendría que esperar al siguiente autobús.
Uno de esos días
Asdrúbal Hernández 

domingo, 20 de julio de 2014

La salvación

Iman Maleki. Soldado persa.

Esta es una historia de tiempos y de reinos pretéritos. El escultor paseaba con el tirano por los jardines del palacio. Más allá del laberinto para los extranjeros ilustres, en el extremo de la alameda de los filósofos decapitados, el escultor presentó su última obra: una náyade que era una fuente. Mientras abundaba en explicaciones técnicas y disfrutaba de la embriaguez del triunfo, el artista advirtió en el hermoso rostro de su protector una sombra amenazadora. Comprendió la causa. "Cómo un ser tan ínfimo" sin duda estaba pensando el tirano "es capaz de lo que yo, pastor de pueblos, soy incapaz". Entonces un pájaro que bebía en la fuente, huyó alborozado por el aire y el escultor descubrió la idea que lo salvaría. "Por humildes que sean " dijo indicando al pájaro "hay que reconocer que vuelan mejor que nosotros".

Guirnalda con amores (1959)
Adolfo Bioy Casares

martes, 15 de julio de 2014

Error humano

Chuck Palahniuk. Error humano.

El único inconveniente de escribir es estar solo. La fase de la escritura. La fase de la buhardilla solitaria. En la imaginación de la gente, eso es lo que distingue a un escritor de un periodista. El periodista, el reportero, siempre anda con prisas, de caza, reuniéndose con gente y recogiendo datos. Preparando una historia. El periodista escribe en compañía de otra gente y siempre con plazos de entrega. Rodeado de gente y con prisas. Es una actividad emocionante y divertida.
El periodista escribe para conectarlo a uno con el mundo de afuera. Es un conducto.
Pero un escritor escritor es distinto. Alguien que escribe ficción es alguien -o eso imagina la gente- que está solo. Tal vez porque la ficción parece conectarlo a uno solamente con la voz de otro individuo. Tal vez porque leer es algo que hacemos a solas. Es un pasatiempo que parece separarnos de los demás.
El periodista investiga una historia. El novelista se la imagina.

Traducción de Javier Calvo

Error humano
Chuck Palahniuk

domingo, 13 de julio de 2014

El diccionario del diablo

Ambrose Bierce. El diccionario del diablo.

huérfano, s. Ser humano vivo al que la muerte ha privado de poder demostrar ingratitud filial, una privación que despierta con especial elocuencia todo lo que tiene de comprensiva la naturaleza humana. De niño, al huérfano se le suele enviar a un orfanato, donde, mediante el cuidadoso cultivo de su sentido de la orientación, se le enseña a conocer el lugar que le corresponde en la sociedad. Luego se le instruye en las artes de la subordinación y la servidumbre y, finalmente, se le suelta para que se coma el mundo como limpiabotas o fregona.

Traducción de Vicente Campos

El diccionario del diablo
Ambrose Bierce

viernes, 11 de julio de 2014

El derecho a hojear

Jason Brooks. Visit Capri.

Yo hojeo, nosotros hojeamos, dejémosles hojear.
Es la autorización que nos concedemos para coger cualquier volumen de nuestra biblioteca, abrirlo por cualquier lugar y sumirnos en él un momento porque sólo disponemos precisamente de ese momento. Algunos libros se prestan mejor que otros a ser hojeados, por componerse de textos breves y separados: las obras completas de Alphonse Allais o de Woody Allen, las novelas cortas de Kafka o de Saki, los Papiers collés de Georges Perros, aquel buen viejo de La Rochefoucauld, y la mayoría de los poetas...
Dicho eso se puede abrir a Proust, a Shakespeare o la Correspondencia de Raymond Chandler por cualquier parte, hojear aquí y allá, sin correr el menor riesgo de sentirse decepcionado.
Cuando no se dispone del tiempo ni de los medios para regalarse con una semana en Venecia, ¿por qué negarse el derecho a pasar allí cinco minutos?

Traducción de Joaquín Jordá

Como una novela
Daniel Pennac

domingo, 6 de julio de 2014

El ciprés de Silos

Monasterio de Santo Domingo de Silos, Burgos. Foto Foro Xerbar.

Enhiesto surtidor de sombra y sueño
que acongojas al cielo con tu lanza.
Chorro que a las estrellas casi alcanza
devanado a sí mismo en loco empeño.

Mástil de soledad, prodigio isleño;
flecha de fe, saeta de esperanza.
Hoy llegó a ti, riberas del Arlanza,
peregrina al azar, mi alma sin dueño.

Cuando te vi, señero, dulce, firme,
qué ansiedades sentí de diluirme
y ascender como tú, vuelto en cristales,

Como tú, negra torre de arduos filos,
ejemplo de delirios verticales,
mudo ciprés en el fervor de Silos.

"En el verano de 1924 visité por primera vez Santo Domingo de Silos [...]. Fuimos por Salas y luego "orillas del Arlanza", a la más bella hora de la tarde por el heroico paisaje de San Pedro, una de las más imborrables impresiones de mi vida. Nos pasamos en el Monasterio más de veinticuatro horas, y por la noche escribí mi soneto El ciprés de Silos [...]. Ese soneto quedó transcrito a la mañana siguiente en el álbum de la Abadía" (Obras completas, cit., I, p. 506)

Versos humanos (1925)
Gerardo Diego

sábado, 5 de julio de 2014

Mazurca en este día

Anige de Nepal. Retrato de Kublai Khan.

Vellido Dolfos mató al rey
a las puertas de Zamora.
Tres veces la corneja en el camino, y casi
color tierra las uñas sobre la barbacana,
desmochadas, oh légamo, barbas, barbas, Vellido
como un simio de mármol más que un fauno en Castilla,
no en Florencia de príncipes, brocado y muslos tibios.
¡Trompetas del poniente!
                                                 Por un portillo, bárbaro,
huidiza la capa, Urraca arriba, el cuévano
se teñía de rojo entre sus dedos ásperos,
desleíase el cetro bordado en su justillo,
quieta estaba la luz en sus ojos de corza
sobre el rumor del río lamiendo el farellón.
Y es, por ejemplo, ahora
esta lluvia en los claustros de la Universidad
sobre el patio de Letras, en la luz charolada
de los impermeables, retenida en la piel
aún más dulce en el hombro, declinando en la espalda
como un hilo de bronce, restallando en la yerta
palmera del jardín, repicando en la lona
de los toscos paraguas, rebotando en el vidrio.
                                                                                  Guantes grises, rugosos,
pana, marfil, cuchillos, alicates o pinzas
sobre el juego de té o baquelita y mimbre.
Dios, ¿qué fue de mi vida?
                                                  Cambia el color del agua,
llegan aves de Persia.
                                              Kublai Khan ha muerto.

Arde el mar (1966)
Pere Gimferrer